“Cuando parece que no hay salida, el guión da un giro impensado y, de una manera extraña, los personajes encuentran una forma de salvarse”, reflexiona Odorico en diálogo con Télam.
Sucesora de “La omisión de la familia Coleman”, el éxito indiscutido de Tolcachir que lleva 10 años en escena en salas de todo el mundo, esta pieza interpretada por el mismo elenco, fue estrenada en 2011 nada menos que en París.
En la pieza, el dramaturgo despliega un muestrario, entre retórico y provocativo, de algunas estructuras familiares posibles: ¿Existe, en verdad, más de una? ¿Cuáles? ¿Son más saludables? ¿Hay garantías para una familia feliz? Sean, tal vez, preguntas que pone la obra sobre el tapete.
Es que “El viento en un violín” comienza con la historia de dos mujeres dispuestas a todo por ser madres juntas. El amor y el derecho, pero también la desesperación y la soledad las empujan a idear a un método poco ortodoxo para concretar su inopinable objetivo.
En otro mundo posible, una mujer denodadamente avasallante (Odorico) y su emocionalmente discapacitado hijo (Perotti), intentan sostener un vínculo en apariencias tradicional con resultados poco alentadores.
En su novela “Ana Karenina”, León Tolstoi escribe que “Todas las familias felices se parecen y las infelices lo son a su manera”. Y una de las tantas miradas posibles dentro de esta pieza laberíntica que debutó en la emblemática Avenida Corrientes sea investigar los límites morales y reales del deseo.
“Son personajes que, llevados por la necesidad, las ganas y el amor, pueden tomar decisiones equivocadas y, a pesar del error, encontrar cómo resarcirse”, reflexiona Gonzalo Ruíz, quien interpreta a un psicólogo inescrupuloso.
“Sus vidas suceden a los ponchazos, sin pensar nada demasiado a fondo y tomando decisiones terribles -continúa- pero, a pesar del desastre, el resultado termina siendo bueno para todos”.
Como antídoto infalible, el autor propone recorrer la oscuridad con destellos de humor ácido que alivianan un poco el peso dramático del texto.
“Te terminás riendo de cosas que son terribles. Todo lo que pasa es de un patetismo, una impunidad y un nivel de exposición que no se puede digerir si no es con el humor”, especifica el intérprete.
Y la pieza, que por azar fue estrenada el mismo año que la ley de Matrimonio Igualitario y que hoy pone sobre el tapete distintas formas de maternidad, ofició de testigo silencioso para un cambio de percepciones por parte del público.
“Hay temas que están más instalados en el debate. Hoy, casi cuatro años más tarde, el hecho de que el tema esté más digerido por la sociedad le da más jugo a la historia porque al no tratarse de un tema tabú, al espectador le permite profundizar”, reflexiona Ruiz.
“¿Dónde se criaría mejor un bebé, con un grupo familiar compuesto de cualquier manera pero que lo deseó muchísimo o dentro de una estructura mal llamada 'convencional' que quizás hace cualquier desastre?”, pregunta el actor.
Y mientras el significante de la obra se multiplica empujado por el paso del tiempo, los actores recuerdan los primeros ensayos de la pieza como un “período de esquizofrenia”.
“Estábamos en una gira larga de 'Los Coleman' en París y Tolcachir empezó a mandarnos las escenas por mail. Una vez que llegó a Francia ensayamos en las afueras de la ciudad y, después, nos tomábamos el metro para ir a hacer la función de la otra obra. Era esquizofrenia pura”, recuerda Odorico entre risas.
Y esa bipolaridad escénica pareciera ser una fórmula de éxito para el elenco que ahora, cuatro años más tarde, repone ambas obras y por primera vez, en el Paseo la Plaza, una de las salas más reconocidas de la calle Corrientes.
Por último, ambos celebraron que un autor nacional recale en una zona teatral tan emblemática pero tan afecta a importar títulos extranjeros.
Al respecto, Ruiz destaca que “era necesario y además hay mucha oferta para elegir porque en el último tiempo hubo una proliferación de dramaturgos buenos y que escriben mucho”.
“Además es momento de que se aborden temáticas relacionadas a nuestra idiosincrasia, que ningún personaje se llame Joe o Jack, y salir de esta cosa de que el teatro comercial tiene que ser liviano, para pasar un rato sin que te deje nada: ¿Por qué no podemos mezclarlo y que la gente se haya entretenido pero también movilizado?”, concluye Odorico.
“El viento en un violín” se presenta los viernes a las 20, los sábados a las 22.30 y los domingos a las 21.30 en la sala Pablo Neruda del Paseo La Plaza (Corrientes 1660).
www.telam.com.ar
Sucesora de “La omisión de la familia Coleman”, el éxito indiscutido de Tolcachir que lleva 10 años en escena en salas de todo el mundo, esta pieza interpretada por el mismo elenco, fue estrenada en 2011 nada menos que en París.
En la pieza, el dramaturgo despliega un muestrario, entre retórico y provocativo, de algunas estructuras familiares posibles: ¿Existe, en verdad, más de una? ¿Cuáles? ¿Son más saludables? ¿Hay garantías para una familia feliz? Sean, tal vez, preguntas que pone la obra sobre el tapete.
Es que “El viento en un violín” comienza con la historia de dos mujeres dispuestas a todo por ser madres juntas. El amor y el derecho, pero también la desesperación y la soledad las empujan a idear a un método poco ortodoxo para concretar su inopinable objetivo.
En otro mundo posible, una mujer denodadamente avasallante (Odorico) y su emocionalmente discapacitado hijo (Perotti), intentan sostener un vínculo en apariencias tradicional con resultados poco alentadores.
En su novela “Ana Karenina”, León Tolstoi escribe que “Todas las familias felices se parecen y las infelices lo son a su manera”. Y una de las tantas miradas posibles dentro de esta pieza laberíntica que debutó en la emblemática Avenida Corrientes sea investigar los límites morales y reales del deseo.
“Son personajes que, llevados por la necesidad, las ganas y el amor, pueden tomar decisiones equivocadas y, a pesar del error, encontrar cómo resarcirse”, reflexiona Gonzalo Ruíz, quien interpreta a un psicólogo inescrupuloso.
“Sus vidas suceden a los ponchazos, sin pensar nada demasiado a fondo y tomando decisiones terribles -continúa- pero, a pesar del desastre, el resultado termina siendo bueno para todos”.
Como antídoto infalible, el autor propone recorrer la oscuridad con destellos de humor ácido que alivianan un poco el peso dramático del texto.
“Te terminás riendo de cosas que son terribles. Todo lo que pasa es de un patetismo, una impunidad y un nivel de exposición que no se puede digerir si no es con el humor”, especifica el intérprete.
Y la pieza, que por azar fue estrenada el mismo año que la ley de Matrimonio Igualitario y que hoy pone sobre el tapete distintas formas de maternidad, ofició de testigo silencioso para un cambio de percepciones por parte del público.
“Hay temas que están más instalados en el debate. Hoy, casi cuatro años más tarde, el hecho de que el tema esté más digerido por la sociedad le da más jugo a la historia porque al no tratarse de un tema tabú, al espectador le permite profundizar”, reflexiona Ruiz.
“¿Dónde se criaría mejor un bebé, con un grupo familiar compuesto de cualquier manera pero que lo deseó muchísimo o dentro de una estructura mal llamada 'convencional' que quizás hace cualquier desastre?”, pregunta el actor.
Y mientras el significante de la obra se multiplica empujado por el paso del tiempo, los actores recuerdan los primeros ensayos de la pieza como un “período de esquizofrenia”.
“Estábamos en una gira larga de 'Los Coleman' en París y Tolcachir empezó a mandarnos las escenas por mail. Una vez que llegó a Francia ensayamos en las afueras de la ciudad y, después, nos tomábamos el metro para ir a hacer la función de la otra obra. Era esquizofrenia pura”, recuerda Odorico entre risas.
Y esa bipolaridad escénica pareciera ser una fórmula de éxito para el elenco que ahora, cuatro años más tarde, repone ambas obras y por primera vez, en el Paseo la Plaza, una de las salas más reconocidas de la calle Corrientes.
Por último, ambos celebraron que un autor nacional recale en una zona teatral tan emblemática pero tan afecta a importar títulos extranjeros.
Al respecto, Ruiz destaca que “era necesario y además hay mucha oferta para elegir porque en el último tiempo hubo una proliferación de dramaturgos buenos y que escriben mucho”.
“Además es momento de que se aborden temáticas relacionadas a nuestra idiosincrasia, que ningún personaje se llame Joe o Jack, y salir de esta cosa de que el teatro comercial tiene que ser liviano, para pasar un rato sin que te deje nada: ¿Por qué no podemos mezclarlo y que la gente se haya entretenido pero también movilizado?”, concluye Odorico.
“El viento en un violín” se presenta los viernes a las 20, los sábados a las 22.30 y los domingos a las 21.30 en la sala Pablo Neruda del Paseo La Plaza (Corrientes 1660).
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