Sueño

Comedia dramática celestial

La forma de los sueños es incoherente. La forma de los sueños es lógica.

En los sueños todo puede ocurrir. Todo es posible. Verosímil.

Tiempo y espacio no existen.

Los sueños nos liberan de las coordenadas de lo cotidiano.

Sobre un trocito de realidad, la imaginación hila y teje nuevos dibujos.

Y desde el lugar más espeso del tejido, el sueño se eleva como el hongo de su micelio.

Mezcla deseos, recuerdos, vivencias, anhelos, invenciones, absurdos, miedos e improvisaciones.

Los personajes se escinden, se multiplican, se doblan, se desdoblan, se evaporan, se condensan, desaparecen, se reúnen.

Pero siempre hay una conciencia: la del soñador.

Y como casi siempre en él hay más dolor que alegría, la trama se urde sobre un fondo de melancolía y compasión con lo vivo.

El sueño es liberador. El sueño es verdugo. Sobre todo cuando nos despierta.

Porque el despertar nos reconcilia con la realidad, que por más cruel que sea, en ese instante nos salva.

¡Despertemos, soñadores!

¿O es que vamos a morir mientras dormimos?

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