PIEDRA INFINITA de la Grotesca Conspirativa

PIEDRA INFINITA

Versión libre de La Tragedia de Julio César, de W. Shakespeare.

"¿Seremos cómplices de esta rampa hacia el abismo?"

Infiltrados en un indeterminado bucle de la historia nacional, seis conspiradores y una actriz intentan deshacerse de los personajes de una misión que les fuera encargada por una dirección político-artística que ya ni recuerdan, allá, en un punto de la traza espacio-temporal-húmedo-pampeana, del cual fueron desconectados para evitar los peligros del doble actor converso, tan común en nuestros días. Si bien la misión, cuyo fin era destruir toda herencia, mediante el uso deliberado de un serrucho, encubiertos en la ejecución de una obra teatral pantalla, estaba prácticamente concluida, el proceso de escape y despresurización de la representación es, como sabemos, crítico, doloroso y de riesgos
mortales. Por lo pronto, lo que se alcanza a ver es que hay uno que sostiene a duras penas un supuesto Julius, para que los otros, traidores de toda estirpe y calaña, operadores hilanderos arañas de discursos ponzoñosos, actores rastreros sin código, es decir, Senadores, provoquen a cada rato una pedrada misteriosa contra su cuerpo real, surgida del pozo ciego de una bambalina temeraria.
Sí, como lo oyen, contra el cuerpo real del compañero enmascarado en el déspota que ellos mismos engendraron para sus fines dramático-carreristas. Así las cosas, piedra infinita al cuerpo del actor...
Por suerte, y como de costumbre, hay una actriz en el plan de operaciones que sostiene una línea de conducta programática, infunde el terror a los olvidos de la letra, y se carga en sus espaldas las tareas concretas para mantener la vida y la llama de la existencia de este asunto.
Y bla, bla, bla…
En fin, volviendo al meollo, cabe preguntarse: ¿Cuántas veces veremos morir al César en un teatro?

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