Rostro de clown; así lo define Milagros Gallo, la productora de Gabriel Chame Buendía a la hora de concertar una entrevista a propósito de su llegada a Buenos Aires. El actor, director y pedagogo comenzó a dictar el curso intensivo de clown en los últimos días de enero y finalizará su visita a Buenos Aires con el pre-estreno de Llegue para irme dirigida por Alain Gautre. Finalmente el encuentro se concreta en el barrio de Belgrano; ruidos de autos, empleados de la construcción reparando calles -entre otros sonidos- son el escenario del encuentro. El lugar elegido para la entrevista es un bar ubicado en una esquina arbolada de este barrio.

Luego de la presentación, Chame cuenta que padece una gran enfermedad: la de ser el eterno viajante. Patología que muy a menudo lo trae por acá y también lo arrimó al viejo mundo. Cabe destacar que a mediados de los 80´ fue uno de los integrantes del “Clú del Claun” junto a Guillermo Angelelli, Batato Barea, Hernán Gené, Cristina Marti y Daniel Miranda. El grupo realizó giras por América Latina y Europa; en España continuó con la investigación teatral y para agudizar más esa enfermedad tan interesante que parece, a fines de los 90´ participó del espectáculo Quidam del Cirque du Soleil realizando importantes giras internacionales.


- ¿Dónde te formaste?
Entre los años 76´ y 79´ me formé en la Escuela Argentina de Mimo, dirigida por Angel Elizondo. Si bien era una escuela de mimo también se daban clases de teatro. Rápidamente comencé a trabajar como asistente. En esa época era una compañía muy importante, entre otras cosas, tuvimos participación en el Ciclo Teatro Abierto.

- ¿Cuáles son los recuerdos más gratos de tu primera época como actor en Argentina?
Los espectáculos dirigidos por Angel Elizondo que fueron siete los recuerdo como una experiencia interesante. Esto fue entre los años 70´ y el 83’, luego comencé a investigar por mi cuenta sobre el clown. En el año 80´ descubrí que me sentía más cómodo en el humor y junto a Verónica Llinás armamos un número para la compañía. A Elizondo se le ocurrió que era un muy buen número de humor para poder evadir la censura constante que padecíamos. El humor era más abierto y popular; fue más difícil prohibirlo.

- ¿Cómo fue puntualmente tu acercamiento a la veta humorística?
Comencé formándome sólo y tuve muy buena repercusión en el público. La gente se reía mucho.
Descubrí que había una profundidad con relación al humor y que se podía decir las cosas de otra manera. Por otro lado, siempre estuve implicado en la investigación artística, me interesa mucho seguir indagando desde el humor con diferentes formas, para mí el clown es una base de trabajo.
En el 80’ hice un espectáculo en el teatro Payró junto a Verónica Llinás y esa fué una marca fuerte. En el 83´ comencé a distanciarme del maestro, trabajé mucho en la calle, primero en Villa Gesell, luego en el barrio de la Recoleta, como evento social me parecía muy importante ya que hay que tener en cuenta que hasta ese momento no había teatro de calle. Mucha gente ya profesional, comenzó a encontrarse, coincidíamos en los cursos de clown que hacía Cristina Moreira, rápidamente se generó el Parakultural y Cemento entre otros espacios culturales.
Se concretaron grupos a partir de una generación que venía trabajando. Entre los grupos más conocidos estaba el Clú del Claun, Las Gambas al Ajillo, La Organización Negra, Los Melli y Los Macocos. Hubo un cambio muy importante en relación a la democratización de espacios.

- ¿Cómo continuó este proceso de democratización cultural en los 90´?
Nuestro grupo fué el primero en separarse, nosotros no vivimos todo ese cambio que hubo en los 90’. Muchos lo aprovecharon, en el sentido que salían de tener cero peso a empezar a ver circular más dinero. Todos estos grupos entraron en un sistema comercial. En los 90’ se da un cambio también en la televisión. El ingreso a los medios masivos se da con suerte pero también con las contradicciones dentro del sistema. La cuestión es que nos fuimos de gira con el grupo, me quedé de vacaciones y nos dimos una pausa. Finalmente cada uno tomó su rumbo.

- ¿Te resultó complicado ingresar al ámbito cultural en Francia y en España?
Comencé a trabajar allí debido a que tenía contactos ya que con el grupo veníamos trabajando con el Gobierno francés. Esto hizo quedarme y poco a poco me fuí estableciendo. Me instalé en Francia y a España. Iba a trabajar. Los primeros años lo hice en Madrid y en Sevilla. Allí trabajé en el Centro Andaluz de Teatro y en Madrid en la Escuela de Juan Carlos Corazza. Me ubique muy rápidamente. Mi trabajo se dirigió hacia la dirección ya que actuar me costaba más, sea por que viajaba o cuestiones de idioma que me limitaba.

- ¿Volvés de manera intermitente? ¿Cuál es el contraste con respecto a lo económico trabajando acá y en Europa?
En el 92´ retorné para generar cursos de clown también aquí. Digamos que con relación al aspecto económico es una fantasía argentina, allá no es tan sencillo. Generar economía significa generar empresa y sostener un compromiso empresarial es muy difícil.

- ¿Cuáles son tus expectativas en el 2005 en Argentina? ¿La veta pedagógica está en tus prioridades?
Dar el seminario es mantener una especie de continuidad con Argentina, donde vengo por lo menos una vez al año. Con respecto a lo pedagógico me parece muy importante la continuidad de tener todos los años un curso aquí. Sinceramente lo hago para aportar; me interesa que la gente sepa que tal vez en el verano no tiene una escuela pero sí la posibilidad de hacer un seminario. El grupo es reducido por que la idea es tomarse muy en serio el trabajo de clown. Ver qué tipo de arte es, cómo comunica y considero que al humor es muy fácil desvirtuarlo. Estoy convencido que el trabajo clownesco tiene un punto fuerte para el actor, ya que lo enfrenta a una soledad enorme, una confrontación con lo que quiere decir, al no haber texto, no haber nada. Además el clown es un personaje que llega y no sabe qué hacer. La acción es muy vaga aparentemente y muy simple. Entonces considero muy lindo para un actor poder confrontarse a esa soledad de escena. Creo que hay una esencia tragicómica en el clown, es un personaje trágico. Cuando digo tragicómica quiero decir que vive una situación trágica pero que no dramatiza lo que le pasa.

“Llegue para irme” es la última creación de Chamé, un solo de clown donde se juega con algunos rasgos que definen esta época. El estrés, el vértigo de la vida en las grandes ciudades, la falta de tiempo para reflexionar, son algunas de las cosas sobre la cual versará la obra.

La nota llega a su fin y el director ejemplifica en términos concretos estas ideas. Aclara que mientras charla con la periodista, toma el café y piensa en las tostadas que lo esperan sobre la mesa de esa esquina del barrio de Belgrano, el celular lo reclama y debe ir a comprar algo rico para agasajar a algún familiar que lo espera. Esta información se intercala al hablar de la obra y el seminario. Y es sobre esta temática que tratará la obra y si todo va viento en popa, tendremos el honor de ver el estreno en Argentina cuando la primavera vuelva a visitarnos.
Publicado en: