Los lobos

Tres hermanos se reúnen en la casa de su infancia. Tienen que decidir qué va a ser de esa casa, de sus cosas. Una hermana, de pasado punk, con un embarazo avanzado, un hermano que sólo quiere irse para no desatar sus ataques de ira, otro que decide empezar a vestirse con la ropa de su madre. Comparten una historia familiar rota, cuando los enemigos son las personas que quisimos, que queremos.
La casa lleva años deshabitada. Un halo sobrenatural la invade, las habitaciones cambian de dimensiones, el espacio se enrarece. Una casa monstruo invadida por un árbol que nunca más se podó, árbol que cada tanto escupe pomelos. La casa está habitada por Josefina, fantasma con la que convivieron de chicos y que sigue presente, dialogando con ellos, con los objetos.
Los hermanos vuelven a encontrarse con los mitos de su familia, secretos, anécdotas, chistes, las mascotas enterradas en el jardín. Vuelven para tomar decisiones definitivas, enfrentarse a otros, para defenderse, para ocupar un espacio, entre casettes con canciones en inglés, sueños recurrentes y tragedias griegas, cosas que alguna vez fueron tan cotidianas y que ahora resultan tan incómodas como ponerse el uniforme del colegio que ya les va chico. Sólo queda poner en el walkman la canción que más te parta el corazón y que la naturaleza se encargue del resto.

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