“Árida o Estepa” con violoncello tiene como temas la adversidad y la resistencia, el trabajo y la voluntad; aquello extrínseco al deseo de construir, anidar y criar en un espacio arrasado. Poner allí un cuerpo en movimiento, armado para el combate del viento estepario, será la acción humana capaz de reconstituir el territorio desmantelado.
¿Árida o estepa? ¿adjetivo o sustantivo? El título funda y escinde la obra en una interrogación, traza el campo de acción que va del adjetivo al sustantivo. El adjetivo siempre nos viene de otros, es intersubjetivo. El sustantivo es lo que el sujeto sabe, es subjetivo. El movimiento que se desliza de un término a otro animaría un discurso escénico, que pinta aquello que en principio no ha podido ser lenguaje sino corporalización.
“Árida o Estepa” es un solo de danza contemporánea: un cuerpo en un espacio. El movimiento de esta danza serían los modos de habitar ese cuerpo en ese espacio. La única realidad del cuerpo material, el único cambio posible, es la muerte y, el espacio, sería la cultura que lo atraviesa y lo trasciende.
La espacialidad de la escena es un espacio de movimiento: un sistema de cuatro ventiladores, reproduce los cuatro puntos cardinales del viento, norte, sur, este y oeste, que en sus combinatorias dan existencia a la rosa de los vientos: rumbos en los que se divide el horizonte. Esas corrientes de aire, mueven unas bolsas blancas de residuos esparcidas por la escena. El movimiento, en términos de direcciones o fuerzas de aire, constituye la espacialidad de la obra.
El traje de la intérprete, un vestido después de la fiesta, es un elemento que se deshace a través del movimiento, como las cambiantes formas que toman las bolsas residuales que mueve el viento. Esas bolsas que son abiertas cada noche en las calles por aquellos que buscan comida, los sin techos que se abrigan con ellas o guardan en ellas sus últimas cosas; las bolsas que son guardadas en algún cajón de la casa familiar, las de los supermercados, las que están tiradas a la deriva en la geografía patagónica o, enganchadas en los alambrados; las bolsas que vuelan por las calles de cualquier ciudad.
La sonoridad de la escena es la música de cuerdas como otra fuerza cardinal del movimiento. Pero, en este caso, la música no somete al baile, sino que percibe lo danzado como un campo magnético; por allí, cada onda de movimiento tiene que pasar por la distorsión. La árida música sería el adjetivo que nombra lo sustantivo, lo que estructura la estepa de la danza.
En la escena de “Árida o Estepa” hay zonas de luz que se degradan subrepticiamente desplazando el foco de la mirada; un proceso en apariencia: natural. El signo de luz in visibiliza los bordes, hace de la escena la imago de la fantasmal Estepa.
La actividad fundamental de esta furiosa danza del viento, es rehacer y deshacer el cuerpo una y otra vez. Un cuerpo reflexivo, revulsivo, erógenizado, desatado, anónimo, despedazado, corruptible, enfermo, hambreado, agujereado, trágico. Bailar la vida es poner en movimiento la imaginación en el auténtico escenario de la muerte.
Este espectáculo fue producido por Casa Dorrego y contó con un subsidio del Instituto Prodanza de la Secretaría de Cultura del GCBA
- Intérpretes:
- Claudio Peña, Lucia Russo
- Diseño de vestuario:
- Faustino López
- Diseño de espacio:
- Sebastián Alcalde
- Diseño de luces:
- Leandra Rodríguez -Adea-
- Realización escenográfica:
- Sebastián Alcalde
- Música:
- Claudio Peña
- Artista plástico:
- Lorena Sagiryán
- Fotografía:
- Juan Gasparini
- Diseño gráfico:
- Leonardo Fernandez, Germán Lang
- Asesoramiento:
- Silvio Lang
- Asistencia coreográfica:
- Lucas Condró, Laura Gonzalez, Natalia Tencer Faivovich
- Asistencia general:
- Muriel Rébora
- Prensa:
- Tehagolaprensa
- Dirección:
- Lucia Russo
- Este espectáculo formó parte del espectáculo: Dos solos
- Este espectáculo formó parte del evento: IV Festival Buenos Aires Danza Contemporánea
- TEATRO DE LA RIBERA (2007)
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